Esta es la primera parte de la serie "Historias vulgares".
1-Una historia Vulgar.
Conocimos a Luisa en el bar del Hotel. Mi amigo Jaime y yo llevábamos toda la noche dando tumbos por la ciudad, buscando un par de chicas que quisieran un poco de marcha, pero como siempre, acabábamos tan bebidos que las tías nos rehuían en cuanto les echábamos el aliento encima.
Al menos conseguimos robar algún que otro beso y magrear alguna teta o un culo aquí o allá, pero nada más. Así que nos fuimos al hotel donde nos alojábamos y decidimos tomar la última copa en la minidisco que allí tenían. Apenas había nadie allí, un par de viejos y algunos trasnochadores de última hora que volvían de alguna fiesta en la playa.
Nos acoplamos en un rincón de la barra y Jaime me dio un golpecito en el hombro. Me señaló apuntando detrás de una columna del bar. Allí había una tipa de buen ver, sentada en un taburete del bar y tomando una copa. Treinta y muchos, rellenita, pelo corto y un buen escote que enseñaba un canalillo profundo. Jaime siempre fue el más lanzado de los dos y en cuanto tuvo su copa en la mano fue a por ella.
No sé qué carajo le dijo a la chica, pero a los pocos minutos me hacía señas para que me acercara a ellos. Me la presentó: Luisa, aquí mi amigo Alfredo. Alfredo, aquí Luisa. Muac, Muac. Al besarla en la mejilla percibí que la tía también llevaba lo suyo de alcohol encima. Luisa no tardo en hacernos ver que tenía ganas de marcha. No paraba de hacernos miraditas y de reírse de cualquier gilipollez que le decíamos, tocándonos y acariciándonos los brazos, las piernas o las manos en cualquier ocasión.
En un momento dado fui al baño a mear y al volver Luisa y Jaime ya se estaban dando el lote. Eso me jodió un poco, porque me dejaba a mí fuera de juego. Pero mientras Jaime le besaba ella extendió una mano y me agarró una de mis nalgas, apretándolas. La muy cachonda tenía ganas de marcha. Llamé al camarero y le pedí la cuenta. Jaime cogió a Luisa de la mano y subimos los tres a nuestra habitación.
Allí dentro no le dimos tregua. En cuanto cerramos la puerta Jaime ya le estaba sacando las tetas fuera del escote. Luisa tenía unas tetas morenas muy grandes, coronadas con unos pezones pequeños oscuros y rodeados de unas grandes aureolas tostadas. Mientras Jaime daba buena cuenta de ellas yo me acerqué por detrás de ella pegando mi paquete contra su culo gordo y carnoso. Ella empezó a subir y bajar su trasero, restregándome el culo por todo mi paquete, que ya estaba ardiendo. Yo le besaba el cuello por detrás y ella giraba la cabeza para comerme la boca; mientras, yo miraba cómo mi amigo mamaba de sus tetas.
—Están ricas, ¿eh, Jaime? —le dije.
Él me miraba en silencio, agarraba uno de los pezones entre los dientes y, sin dejar de mirarme, sonriendo, lo azotaba con la lengua dejándolo pringoso de saliva. Eso debía de gustarle mucho a Luisa, pues no dejaba de gemir en mi boca mientras se lo hacía.
Mientras Jaime le chupaba una teta yo le agarraba la otra. La verdad es que estaban bien gordas y yo las notaba carnosas y prietas. Jaime le había dejado los pezones salivados, pero a mí no me molestaba tocar las babas de mi amigo. Éramos buenos colegas y no era la primera vez que compartíamos una mujer. Ella dejó de besarme y comenzó a rebuscar con las manos entre las piernas de mi amigo.
—Hmmm… Déjame ver que tienes aquí dentro…—Le dice con voz melosa mientras le magrea el paquete.
Le desabrocha el pantalón y se agacha para chuparle la polla, inclinándose y poniéndome su culo en popa. Yo aproveché la postura para comerle el culo a Luisa por encima del pantalón. Tenía unas caderas muy anchas y un culo bastante gordo. Meto mi cara entre medio de las nalgas, esnifando el olor que salía de su raja y empiezo a lamerle el chocho por encima de los pantalones. Ella responde a mis estímulos gimiendo sobre la polla de Jaime. Éste la tiene agarrada por los pelos y le sube y le baja la cabeza, obligándola a meterse la mayor cantidad posible de carne venosa en la boca sin que ella se atragante.
A ella le debía de gustar un montón, porque tenía toda la entrepierna aceitada con sus jugos. Yo me quité los pantalones y los slips, dejando mi polla al aire totalmente tiesa y empecé a pasarla por toda la raja del culo, repasando la cabeza gordota de mi rabo por encima de sus pantalones empapados.
—Venga Alfredo, métemela, quiero que me folles mientras se la como a tu amigo —me dice ella mirándome agachada, agarrando la verga tiesa de mi compadre y dándole lametones.
Le bajo los pantalones a Luisa y aparto a un lado el elástico de las bragas. Allí descubro que la tía tiene el culo y el coño muy velludos, todo lleno de pelos que ahora están brillando a causa de la humedad.
Antes de metérsela puedo ver como Luisa le está masajeando las pelotas, exprimiéndolas con maestría mientras su cabeza sube y baja con un ritmo constante y suave. El coño de Luisa está todo aceitoso por los jugos que desprende su excitada vulva y no me cuesta ningún trabajo meterle la cabeza de mi cipote entre los pliegues del chocho, sujetándome la poya por la base para que no se me doble y empujando lentamente, dejando que la seta de mi glande vaya dilatando las paredes de la vagina.
—Ahhhhmmmmmm. —Gime sobre la viscosa verga de Jaime.
Yo empiezo a bombear ese coño peludo agarrándole las nalgas y chocando mi vientre contra su culo en cada embestida, la frente de Luisa golpea la barriga de Jaime, acompañando mis movimientos. Ella se mete una mano entre las piernas y me toca los huevos, la polla y su chocho sin dejar de ordeñar a Jaime, que está apunto de correrse. Al poco rato veo como mi colega cierra los ojos y gime con voz ronca, viniéndose dentro de la boca de Luisa. Ella recibe con mucho gusto la leche caliente y se incorpora con mi pija dentro.
Ella empieza a escupir el semen de mi colega sobre sus tetas.
—Venga guapo, límpiamelas. —le pide a Jaime, que no tarda en agarrarle los melones y lamerse su propia lefa allí vertida. También le come la boca a Luisa.
Yo sigo todo esto con mucho interés, con mi verga también a punto de reventar dentro de ese chocho tan caliente y estrecho.
—Vamos a la cama tío. —le pido a Jaime.
De camino a la cama terminamos de desnudarnos. A mí siempre me gustaron las mujeres algo rellenitas y lo cierto es que Luisa me atraía muchísimo más ahora que la veía en cueros. Se pone de rodillas sobre la cama y me agarra la polla, tirando de ella y poniéndosela en la boca me dice:
—Ahora te toca a ti. —Y se mete la cabeza toda gorda y roja, mojada con sus propios flujos vaginales, chupándola como si fuera un chupachups, repasándola con la lengua en círculos, gimiendo sobre ella y echándome el aliento encima del cipote.
Cada vez que me pasa la lengua por debajo del frenillo creo que me va a reventar el nabo de gusto. Mientras, Jaime se ha metido debajo de ella y le está regalando una soberbia comida de coño. Está claro que Jaime, al igual que yo, no tiene ningún reparo en comerse un coño peludo, teniendo en cuenta los sonidos húmedos y los gemidos que salen de su boca.
Jaime se lo debe estar haciendo de maravilla, porque al poco rato siento como Luisa deja de comerme el rabo para estrujármelo con ganas, cerrando los ojos y respirando entrecortadamente, dando pequeños gemidos, muy rápidos y cortos. Se está corriendo gracias a la comida de chocho de mi colega y ver su cara de gusto y el apretón de su mano provoca mi propio orgasmo, que se estrella en su cara en varios chorros espesos.
Yo, para no ser menos que Jaime, también le limpio la cara a Luisa con mi boca y mi lengua. Después de la comida de coño, Jaime ya tiene otra vez el aparato listo y preparado. Se tumba en la cama y le pide a Luisa que se suba encima de él. Ella acepta gustosa, besando y lamiendo el pecho de mi amigo mientras se ensarta su barra de carne dentro de la vagina. Yo quedo de pie fuera de la cama, mirando como la tía se folla a mi colega, moviéndose despacio al principio y acelerando poco a poco.
Yo les miro y ella extiende una mano y me acaricia los cojones y la poya mientras yo contemplo esas dos magníficas tetas saltando y botando arriba y abajo. A veces mi amigo se las agarra y las chupa, tirando de esos pezones oscuros y tiesos con la boca. La tía empieza a gemir y mi amigo responde también con unos gemidos bastante fuertes. Eso me pone muy cachondo y me subo a la cama.
Me escupo en la mano y empiezo a cubrir el ojete peludo de Luisa con mis babas. Ella afloja el ritmo hasta casi detenerse y así permitir que le pueda trabajar el ojete más fácilmente. Se nota que tiene experiencia por ahí atrás, por que sabe exactamente como aflojar el esfínter cuando le meto los dedos aceitados en saliva dentro del culo. Al poco ya le estoy metiendo el pulgar dentro, tirando de su ano, abriéndolo y dilatándolo.
Me coloco por detrás y apunto mi pija en su agujerito.
Aprieto mi polla y poco a poco la cabeza entra, la dejo metida unos segundos y tiro hacia atrás, luego empujo un poco, tiro atrás otro poco, empujo, atrás, empujo y poco a poco ya tengo los cojones pegados en su raja. Luisa no ha parado de gemir en la cara de Jaime. Éste se puede mover apenas, así que soy yo quien moviendo a Luisa con mis embestidas, hace que la poya de Jaime entre y salga del chocho.
Ella lo está pasando en grande a juzgar por los gemidos de placer que se le escapan. Yo no dejo de encularla, empujando con ganas, dejando que mis pelotas se choquen contra ella. Siento las paredes estrechas de su ojete recubiertas de pliegues que frotan mi glande, proporcionándome un gustazo tremendo.
Jaime empieza a moverse también, empujando el cuerpo aprisionado de Luisa, intentando combinar sus movimientos con los míos. Yo tengo la cara pegada al cuello de Luisa y no dejo de echarle mi aliento de fuego en la nuca, gimiendo como un toro. La verdad es que el culo de Luisa es una delicia, tan caliente y tan apretado que mi polla no lo soporta más y con un gemido largo y profundo le suelto una descarga de semen en el interior del ojete, haciendo que mis espasmos le provoquen otro orgasmo a Luisa.
Jaime le dice:
—Quiero correrme en tus tetas.
Yo saco mi picha enrojecida y dolorida del culo y ella se quita de encima de Jaime. Éste sale fuera de la cama y Luisa se pone de rodillas encima de las sabanas para hacerle una paja a Jaime con sus tetas. Yo, que soy bastante vicioso, no puedo resistirme a meter mi cabeza entre los muslos de Luisa, mirando hacia arriba para verle el culo y el chocho peludos, abiertos y enrojecidos por nuestras pollas.
Desde esa posición puedo ver como se le escapa mi semen del culo, chorreándole lentamente por uno de los muslos. Mientras Luisa se mete el rabo de Jaime entre sus tetas, yo le repaso la lengua por su ano, lamiéndole mi propia lechada recién salida de su ojete.
Luisa se pone tan cachonda ante semejante cochinada que se mete una mano entre las piernas para masturbarse el chocho como una loca, tocándome la cara y frotándose el ojete mojado con mis jugos. Jaime, que no ha perdido detalle de todo lo que sucede ahí debajo, no puede contenerse más y su pija escupe una serie de lefadas sobre las tetas de Luisa.
Entre la paja que se está haciendo con la mano y el verse regada por la polla de mi amigo, le provocan una serie de espasmos orgásmicos que la tumban sobre la cama completamente agotada.
Allí nos dormimos los tres, hechos unos zorros, oliendo a sexo, sudor y alcohol.
***
© Kain Orange
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los comentarios no están moderados y pueden ser anónimos.