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martes, 20 de abril de 2021

ESPERMA (20)

20.


Nota: aquellos lectores que no se sientan cómodos con la temática GAY pueden saltarse este capítulo sin temor a perder el hilo de la trama principal. Debido a la longitud de esta escena he decidido dividirla en dos partes (capítulos 20 y 21).


ESTEBAN


El joven se llamaba Gustavo y era su primera vez con un hombre. Esteban y él estaban sentados juntos en un sofá de piel auténtica cubierto con un protector para que no se manchase. La vivienda donde se encontraban era de un amigo de Esteban que se la alquilaba por horas cada vez que éste necesitaba rodar alguna escena. 

—¿Nunca has jugado con un chico, ni siquiera cuando eras más jovencito? —Esteban sabía que muchos hombres curioseaban a muy temprana edad, de forma inocente, experimentando y jugando.

Gustavo sonrió nervioso y miró a Davinia, su novia, que estaba sentada fuera de plano, detrás de una pequeña cámara sujeta a ún trípode. La chica, una hermosa mujer de cabellos negros y piel morena, estaba vestida únicamente con ropa interior y sonrió a su novio, invitándole con la mirada a que respondiese con sinceridad.

Davinia y Gustavo eran una pareja joven de unos treinta años, muy atractivos los dos. Amantes del deporte y de los gimnasios, tenían unos cuerpos envidiables, atléticos y muy bien definidos. Esteban se moría de ganas por ver el cuerpo desnudo de ese moreno de cabellos rizados y piel canela.

El apuesto chico lo miró brevemente, ruborizándose mientras encogía los hombros:

—Bueno —dijo algo indeciso—, quizás hubo un primo mío con el que jugaba de pequeño. Puede que nos enseñásemos las colitas y eso. Ya sabes.

Se rio y Esteban se enamoró de la blancura de sus dientes y las arrugas verticales que se formaron en la comisura de sus labios.

—Sí, yo también tuve un par de amiguitos así —dijo mirando de reojo a Davinia.

Vio que ella sonreía con una expresión de divertida sorpresa en su mirada.

«Ella no lo sabía —dedujo Esteban—. Es la primera vez que escucha que su novio jugaba con su primito».

Ya llevaban allí casi una hora, conociéndose y grabando la entrevista previa, calentando el ambiente y rompiendo el hielo. Davinia era una de las pocas amigas de confianza que Esteban tenía, una compañera de la Universidad a la que pidió ayuda para la edición y postproducción de sus últimos vídeos amateurs.

Él era bastante torpe con esos programas y Davinia, que cursaba su carrera centrada en empresas audiovisuales, conocía muy bien como se manejaban esas aplicaciones. Davinia, una chica bisexual de mentalidad abierta, aceptó encantada la propuesta, excitada ante la perspectiva de disfrutar de primera mano de todo ese material.

También supondría una oportunidad para acercarse más a Esteban y tratar de hacer que éste superase su «chochofobia», como ella lo llamaba, pues desde que lo conoció en la universidad siempre quiso cepillárselo, tirándole la caña constantemente, tratando de llevarse al huerto a ese atractivo rubio de ojos azules y cuerpo esbelto, hasta que Esteban le confesó que él era incapaz de hacerlo con tías.

Gustavo se revolvió inquieto en el sofá, intercambiando miradas alternativas entre su novia, las dos cámaras fijas y Esteban. Éste, para tranquilizarlo un poco, le puso una mano sobre una de las rodillas. Curiosamente ambos iban vestidos igual: pantalones vaqueros y camiseta blanca.

—Y aparte de enseñaros las colitas —continuó Esteban—, ¿hacíais algo más?, ¿os tocabais?

Realmente era algo encantador ver como ese guapo mozo de espaldas anchas y abultados bíceps se sonrojaba como una primeriza en su noche de bodas.

—Bueno… no recuerdo bien… nos las tocábamos, sí. Y a veces las juntábamos, frotándolas… Eran juegos de críos.

Esteban volvió a mirar de reojo a la mujer. Ella se había desnudado al poco tiempo de comenzar la entrevista, para que Gustavo se sintiera más cómodo, pero sin llegar a quitárselo todo. Medias, bragas y sostén, todo de encajes negros, mostrando mucha carne; los zapatos blancos, de tacón alto.

Se podía apreciar claramente que estaba muy excitada, especialmente oyendo esas confesiones por primera vez. Davinia era una mujer muy alta, casi como Esteban, y había cruzado las piernas mostrando sus grandes muslos, carnosos y llenos de curvas, uno sobre el otro, con la oscura melena suelta cayendo en bucles hasta los senos, grandes, pesados y de aspecto turgente.

—¿Y de mayor? —continuó Esteban—, ¿nunca volviste a jugar con otro chico?

Gustavo negó con la cabeza y sus rizos acompañaron el movimiento con un ligero vaivén.

—No, no. Para nada.

—¿Por qué? ¿Nunca sentiste curiosidad por volver a probarlo?

—Sí —dijo de inmediato—, sí. A veces sí… pero… bueno…

El apuesto chico volvió a mirar nervioso a su pareja, buscando apoyo. Esteban le acarició la rodilla y le ayudó con la respuesta.

—¿Tenías curiosidad pero no encontrabas un chico de tu gusto?

Gustavo dudó unos segundos antes de responder con timidez.

—No sé… quizás. Bueno, verás, una cosa son los juegos de críos y otra… bueno, las cosas de mayor cambian…

La mano de Esteban subió por el muslo, percibiendo la dureza de unos músculos fuertes y ejercitados en el gimnasio.

—Yo creo que tengo razón —dijo Esteban sin modestia—. Que no encontrabas a la persona indicada… por eso estás aquí, ¿no?

Gustavo miró a ese rubio de carita de ángel y sonrió, mostrando otra vez una sonrisa de arrebatadora blancura.

—Es posible.

Esteban había conocido a muchos como él. De hecho él mismo era así: le atraían los hombres, pero solo cierto tipo de hombres, aquellos jóvenes de piel tersa, sin vello, ligeramente afeminados, de cuerpos atléticos y guapos a rabiar. Nada de machos peludos ni osos regordetes, no, eso no era para ellos.

—¿Estas aquí porque ella te enseñó mis vídeos?

—Claro.

—¿Los veis a menudo?

—Bastante. Sí.

Esteban desvió la mirada un segundo hacia la bragueta del hombre, comprobando con satisfacción que allí abajo se estaba cociendo algo.

—¿Jugáis cuando los veis?

Gustavo se mordió el labio inferior y lanzó un pequeño gruñido cuando los dedos de Esteban se metieron en la parte interna del muslo, cerca de la ingle.

—Sí, claro. Nos ponemos muy cachondos.

De pronto se oyó la voz de la mujer:

—A veces usamos juguetes.

Esteban no miró a Davinia. Estaba centrado en captar las reacciones de Gustavo mientras acariciaba con suavidad el muslo, acercándose cada vez más al abultado paquete de la bragueta.

—¿Es eso cierto Gustavo? —La voz denotaba fingida sorpresa, como si le estuviera hablando a un niño pequeño—. ¿Usáis juguetes cuando veis los vídeos? 

—Claro. Son de ella, pero los compartimos.

Davinia se rio.

—Tengo curiosidad —dijo Esteban—, ¿Cómo son esos juguetes?

—Bueno… esto… los que yo… los que compartimos son, son consoladores.

—Ajá, consoladores… —Esteban seguía acariciando las ingles de Gustavo, rozando con los dedos la zona del escroto—. ¿Cómo son?

Gustavo cerró momentáneamente los ojos, respirando con fuerza por la nariz, visiblemente excitado. Cuando abrió los párpados habló directamente a su novia, que seguía contemplando la escena sentada en la silla, sonriendo.

—Ella tiene uno… un consolador. Uno sencillo. Y luego otro, más grande. Un dildo con… con la forma esculpida… ya sabes.

—¿Con la forma de un pene?

—Sí. Uno realista. Ese… Ese me gusta.

La mano de Esteban se posó en la bragueta de Gustavo, acariciando sin apretar, percibiendo la erección en los vaqueros.

—¿Y mi pene? Vosotros ya lo habéis visto en los vídeos, ¿no? ¿Te gusta el mio?

Gustavo rio excitado y asintió con la cabeza, mirando alternativamente a Esteban y a Davinia. Era algo encantador ver a ese macho tan tímido ruborizándose todo cachondo y nervioso.

—Sí —dijo al cabo de un momento—, sí me gusta.

Esteban sonrió y separó los muslos, ofreciendo su abultado paquete mientras seguía acariciando el de ese morenazo de ojos negros.

—¿Me la sacas? —susurró Esteban.

Gustavo asintió con la cabeza y le desabrochó el pantalón. Esteban no usaba ropa interior, así que cuando le bajó la cremallera la tiesa pija saltó en el aire, apuntando hacia el cielo y vibrando con osadía. Gustavo respiró con fuerza por la nariz, excitado al contemplar esa bonita y gorda polla, con el glande semi descubierto asomando por el prepucio y la raja de la uretra babeando líquido preseminal.

—¿Puedo sacarte la tuya? —Volvió a susurrar Esteban.

Gustavo dijo que sí y Davinia, que había sido aleccionada por Esteban antes del rodaje, se puso en pie y tomó una pequeña cámara, acercándose a ellos mientras la enfocaba, grabando la escena.

Esteban le abrió la bragueta y metió la mano dentro, buscando y palpando con deliberada parsimonia, deleitándose con el tacto de la carne, caliente y suave pero dura como una roca. Al poco le agarró la pija y se la sacó con cierta dificultad, descubriendo que el chico calzaba un instrumento de tamaño considerable. Era un pollón oscuro de color tostado, con el bálano de color morado y con forma de fresón.

El moreno también le cogió la polla a Esteban y la acarició con suavidad, bajándole el abundante pellejo para descubrirle el glande, gordo y rosado. Era la primera polla que tocaba aparte de la suya y la de su primito, pero la picha de aquél joven efebo no tenía nada que ver con el hermoso nabo que tenía ahora entre sus manos.

Esteban hizo lo mismo y empezó a friccionar con lentitud ese cipote erecto y lleno de venas, cada vez más y más inflamado, con el grueso carajo hinchándose como un globo.

Ambos se pajearon al mismo tiempo, con suavidad, sin prisas, sintiendo cada uno cómo sus rabos reaccionaban a las caricias. Cuanto más excitado estaba uno, más fuerte le daba a la pija del otro, retroalimentándose cada uno de la excitación mutua.

Davinia seguía grabando en silencio, tratando de interferir lo menos posible, aunque se moría de ganas por tirar la cámara esa a la mierda y sentarse encima de esas dos pollas para que la follasen hasta reventarla.

—¿Te gusta? —susurró Esteban, acariciando con la otra mano los huevos al chico, depilados y suaves como un melocotón. —¿Te gusta mi polla?

Gustavo resopló y dijo que sí mientras alucinaba con la extraña sensación de apretar una polla distinta de la suya. Esteban dejó de acariciarle las pelotas y subió la mano por el vientre lleno de abdominales de Gustavo, acariciando la suave piel, subiéndole la camiseta hasta alcanzar las tetillas. Allí se entretuvo en jugar con los oscuros pezones, palpando los cuadriculados pectorales, subiendo hasta el cuello, las mejillas, la nuca…

Gustavo aceptó el beso con reticencia, pero los regordetes labios de Estaban le chupaban la boca con tanta ternura y sensualidad que al poco tiempo abrió la suya, permitiendo que la lengua del experimentado rubio entrase dentro. En pocos segundos el moreno se desinhibió del todo y atacó con su lengua también, lo que hizo que ambos acabasen lamiéndose y comiéndose las bocas mutuamente. Mientras se besaban se desnudaron con torpeza, a tirones, riendo nerviosos y excitados.

Davinia los ayudó a descalzarse y a quitarse los vaqueros, pero en seguida volvió a tomar la cámara, apartándose del plano, no sin antes recibir un par de cariñosos pellizcos por parte de su novio.

El cuerpo de Gustavo era una maravilla: delgado, atlético, lleno de abdominales, tendones, músculos y venas marcadas. La piel canela refulgía con el sudor que la cubría y Esteban no podía dejar de relamerse contemplando las dos esferas que eran sus nalgas: un culo prieto y carnoso, respingón y sin un solo pelo.

Estaban sentados en el sofá y la polla de Esteban sobresalía como un signo de exclamación, empinada, tiesa y empalmada como nunca, rabiando por meterse en todos los orificios de ese Adonis de piel tostada. Se fijó en que Gustavo no dejaba de mirarle la polla con deseo mientras se la meneaba, así que le hizo una pregunta muy sencilla:

—¿Te gustaría chupármela?

El otro no contestó, pero se inclinó sobre él, acercando su boca a esa columna de carne mientras la agarraba con firmeza, bajándole el prepucio para meterse el carajo entre los labios y chupar la primera polla de su vida.

Esteban pensó que la inexperiencia de Gustavo chupando pollas haría que su felación fuera algo irregular y torpe, pero lo cierto fue que la mamada que le comenzó a proporcionar era algo fuera de serie. El muy cabrón le chupó el cipote como si estuviera comiendo una piruleta, usando únicamente los labios, acariciando el agujero de la uretra con la punta de la lengua, saboreando la caliente picha de Esteban con glotonería.

Davinia se acercó para rodar un primer plano de la mamada. Sostenía la cámara con una mano, mientras que con la otra acariciaba los rizos de su novio, acompañando el movimiento de vaivén que hacía su cabeza, arriba y abajo, empujándola levemente.

Poco a poco la garganta de Gustavo iba tragando más y más rabo, con la cara congestionada y las babas saliéndole por las comisuras de los labios. En poco tiempo consiguió hacer una garganta profunda, pegando sus labios en el pubis de Esteban, tragándose la gruesa pija hasta el fondo, provocando que sus cuello se abultase.

Esteban miró alucinado a Davinia, sorprendido por las tragaderas que tenía ese primerizo. La mujer, sin dejar de acariciar el cabello de su novio, le leyó el pensamiento.

—Ha tenido una buena maestra —rio Davinia—, y le hice practicar con ese dildo.

Luego se apartó para dejarles espacio. Gustavo se sacó la polla de la boca y un reguero de mucosidades quedó colgando de su barbilla. Cuando habló, los hilillos de saliva temblaron en el aire.

—¿Lo hago bien?

—Sí, cabrón —Esteban bajó para volver a besar esa boca manchada de babas—. Lo haces muy bien.

Mientras lo besaba le empujó con suavidad para tumbarlo en el sofá, con él colocado encima, apretándose contra ese apolíneo morenazo de piel sudorosa. Las pollas se rozaron y Esteban bajó una mano para agarrar las dos al mismo tiempo, masturbándolas a la vez con torpeza, puesto que el grosor de ambos falos le impedía hacerlo bien.

Los vientres resbalaban uno sobre el otro, frotándose los abdominales, duros y definidos. Los pectorales de Gustavo, cuadriculados e hinchados, se restregaban contra el pecho delgado de Esteban, buscándose las tetillas uno al otro. El moreno le agarró las nalgas y lo atrajo con fuerza, obligando a Esteban a que los dos cipotes, tiesos y duros como el granito, se apretasen aún más contra los pubis.

—¿Qué otras cosas más has practicado con ese Dildo? —preguntó Esteban entre gemidos, tratando de no soltar esas dos morcillas, mareado por el morbo de sentir los dos carajos rozar uno contra el otro.

Otra vez fue Davinia quien habló, lo hizo con voz temblorosa debido a la terrible excitación que sentía.

—La boca no ha sido lo único que le he abierto con esa polla de silicona.

El novio se rio en voz alta y Esteban aprovechó para volver a meter la lengua dentro de su boca. Luego se puso en pie y buscó un preservativo; mientras, Davinia dejó que una de las cámaras fijas siguiera grabando y se colocó de rodillas frente a Gustavo para comerle el ojete, chupándole el agujero del culo a base de lengüetazos y sonoros escupitajos.

También le chupaba los gordos cojones y la base del tronco, pero sin subir mucho para evitar que se corriera antes de tiempo. Esteban se puso el condón y tomó la cámara, grabando la comida de ojete allí de pie, viendo como la morenaza le metía un dedo por el culo a su novio.

La chica miraba de reojo a Esteban, viendo cómo se pelaba la pija con el condón puesto. Ella se moría de ganas por chuparle la polla, de mamarle los huevos como se los estaba chupando a su novio y de abrirse de patas para que la follase. Le daba mucho morbo saber que ese homosexual nunca había catado un coño y fantaseaba con la posibilidad de ser ella quien lo desvirgase.

Esteban, por su parte, no pudo evitar acordarse de Carla, recordando cómo su hermana le chupó la polla, así que se acercó a ella y colocó su verga en la mejilla de Davinia, apretando el carajo de forma que ella lamiese el cipote y el ojete al mismo tiempo.

La mujer se sorprendió mucho, pues conocía bien la fobia de Esteban, así que siguió repartiendo lametones entre el dilatado agujerito de su esposo y el pollón recubierto de látex, aprovechando de vez en cuando para meterse el capullo del maricón en la boca y lanzar algunos escupitajos a diestro y siniestro. También le comía los huevos a los dos hombres, aprovechando la postura, metiéndose también debajo de Esteban para chuparle el agujero del culo.

Davinia siguió así un rato, acariciando y lamiendo pollas, cojones y ojetes como una loca hasta que Esteban, excitadísimo, la apartó con suavidad, colocando la punta del cipote en el agujero de Gustavo para empujar despacio. La saliva y la lubricación del preservativo hizo que la tranca se hundiese dentro de ese hoyo con pasmosa facilidad y Esteban comenzó a bombear lentamente, sacando y metiendo, gozando con las sensaciones que le transmitía el apretado agujero.

Gustavo se agarró la polla y empezó a masturbarse, gruñendo como un cavernícola, disfrutando con ese pedazo de salchichón llenándole las entrañas. Sentía el gordo carajo dilatándolo por dentro, oyendo los chapoteos y el sonido del aire escapándose por su ojete cada vez que Esteban se la metía por el culo. 

Davinia, sin poder resistirlo más, entró una vez más en el plano y metió la cabeza para chupársela a su novio mientras era sodomizado. Esteban continuó imperturbable, castigando ese apretado ojete sin cesar, acelerando el ritmo, apoyando una mano en los pectorales de Gustavo, sudando y bufando por el esfuerzo.

—¿Te gusta cariño? —preguntó Davinia a su novio con la boca llena de babas— ¿Te gusta que te metan una polla por el culo?

—Joder, me encanta… Dios… Sí… —repetía una y otra vez, gimiendo como una puta.

Ella se relamía sonriendo, mirando hacía arriba, buscando alguna señal por parte de Esteban que le permitiese dar rienda suelta a su lujuria, para desnudarse del todo y follar como una salvaje, pues sentía mucha envidia de su novio y quería que a ella también le follasen el culo y le reventaran el coño a pollazos, pero Esteban había sido muy claro con las normas: ella debía mantenerse al margen dentro de lo posible, permitiéndole usar manos y boca, pero nada más. Y nada de desnudos.

Los envites eran cada vez más fuertes y Davinia sintió la mano de Gustavo agarrándola de los pelos, obligándola a tragarse la polla hasta el fondo una y otra vez mientras Esteban le daba por el culo con fuerza, estrellándole los huevos en las nalgas.

El placer que sentía Gustavo era tan sublime que en uno de los pollazos que le metió el rubio le sobrevino el orgasmo, intenso y brutal. Davinia se tragó el primer chorro, pero luego retiró la cabeza con rapidez para que el resto de eyaculaciones saltasen afuera. Largos chorros de esperma volaron hacia arriba y cayeron sobre la cara de la mujer y sobre el vientre de Gustavo.

Esteban le sacó la pija del culo y se quitó el preservativo en un solo movimiento, subiendo deprisa hasta colocarse sobre la cara de Gustavo, estrujándole la polla en las mejillas, obligándole a que abriese la boca. Davinia tomó rápidamente la cámara y grabó un primer plano, mostrando con claridad cómo la uretra escupía varios chorros de esperma sobre la boca abierta de su amado.

Las lefas salían con fuerza, entrando en la boca como cañonazos, inundando de pegajosa leche la garganta de Gustavo. La polla aún estaba escupiendo semen cuando el moreno cerró los labios alrededor del ciruelo, mamando con fuerza para sacarle la leche a chupetones, sintiendo los espasmos musculares de la polla en el esófago.

Esteban siguió empujando, corriéndose en la garganta mientras le tiraba del pelo hasta que Gustavo tuvo una arcada y empujó al rubio, escupiendo polla, semen y mocos entre toses y escupitajos. Davinia y Esteban se dedicaron a limpiarle la cara con las lenguas, besándose los tres al mismo tiempo.


CONTINUARÁ...

ESPERMA 21

(c)2021 Kain Orange

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